La filigrana Momposina es una técnica ancestral de orfebrería que ha convertido al municipio de Santa Cruz de Mompox, en el departamento de Bolívar, en uno de los epicentros del arte joyero en Colombia y América Latina. Esta técnica, reconocida por su delicadeza y belleza, combina tradición, precisión artesanal y un profundo sentido cultural.

La filigrana llegó a Mompox durante la época colonial, traída por orfebres españoles, especialmente andaluces, que se asentaron en esta ciudad a orillas del río Magdalena. Estos artesanos introdujeron la técnica de la filigrana —una forma de orfebrería que consiste en trabajar hilos muy finos de oro o plata para formar delicados diseños— y la enseñaron a los habitantes locales, quienes con el tiempo no solo dominaron el arte, sino que lo perfeccionaron y le imprimieron un sello propio.




Mompox, entonces un importante puerto fluvial y centro comercial del Virreinato, se convirtió en un punto clave para la joyería, debido a su riqueza cultural, su papel en la historia de la independencia y su acceso a metales preciosos traídos de otras regiones.

La filigrana Momposina se caracteriza por el uso de hilos finísimos de oro o plata, que son retorcidos, moldeados y soldados con precisión para crear diseños intrincados, como flores, espirales, lágrimas, mariposas, corazones y otras formas inspiradas en la naturaleza y el entorno fluvial. Todo el proceso es completamente manual y puede tardar días o incluso semanas, dependiendo de la complejidad de la pieza.




Uno de los rasgos más distintivos de esta técnica es el efecto visual de ligereza, casi como si las joyas flotaran. Pese a su aparente fragilidad, las piezas son resistentes y duraderas, reflejando la destreza del artesano.

La filigrana de Mompox no solo es valorada en Colombia, sino en el mundo entero. Ha sido exhibida en ferias internacionales y ha vestido a figuras importantes de la moda y la política. En 2021, fue incluida en la lista representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Nación, como un testimonio del saber hacer de los orfebres momposinos.

Hoy en día, decenas de talleres familiares mantienen viva esta tradición, pasando el conocimiento de generación en generación. La filigrana no solo embellece, sino que también cuenta una historia: la historia de un pueblo que entrelaza memoria, arte y resistencia en cada hilo de metal.